domingo, 22 de noviembre de 2009

La narrativa comunal de Ciro Alegría



Semblanza

Ciro Alegría (Sartibamba, Huamachuco, 1909 - Lima 1967) es uno de los grandes novelistas peruanos del siglo XX. Siendo niño vivió en la hacienda Marcabal Grande, propiedad de su abuelo, a orillas del río Marañón. Ahí conoció de cerca el sufrimiento de los indios y su capacidad de solidaridad. A los siete años fue llevado a la ciudad de Trujillo donde fue alumno de César Vallejo. Años más tarde regresó a la hacienda y conoció a un peón de hacienda, Manuel Baca, quien era un notable narrador oral que le refirió tradiciones y consejas populares que permanecieron en la memoria del futuro novelista e influyeron poderosamente en su decisión de convertirse en escritor. En 1924 Alegría volvió a Trujillo e ingresó a la universidad. Viajó luego a Chile, en ese país trabajó como periodista mientras preparaba los originales de su primera novela: “La serpiente de oro” (1935).

La serpiente de oro mereció el premio de la editorial Nascimiento y lo hizo conocido en toda Latinoamérica. La novela, escrita con una rara perfección estilística, hasta el punto de ser considerada por varios críticos como la más acabada salida de su pluma y uno de los mejores ejemplos de prosa artística en el Perú del siglo XX, narra la vida de los campesinos ribereños al río Marañón. La relación del hombre con la naturaleza está temáticamente en el primer plano. El entorno natural está descrito con vivos colores; los balseros se enfrentan a las dificultades diarias con buen ánimo y son solidarios en las dificultades de sus semejantes. Los balseros que viven y mueren en las aguas del río Marañón "que tiene la bravura de un puma acosado" son los modelos de los personajes posteriores de la inmensa obra narrativa de Alegría.

Poco después del éxito de su primera novela, Alegría tuvo que ser internado en un sanatorio durante dos años, de una enfermedad pulmonar. Gracias a los consejos de su médico, en su larga convalecencia escribió su segunda novela. “Los perros hambrientos” (1938) ganó un premio literario de la editorial Zigzag. Esta vez se trata de campesinos serranos en lucha incesante contra la sequía, el hambre, la miseria. Este segundo éxito literario movió a los amigos del escritor a apoyarlo económicamente para que pudiera continuar su obra que se anunciaba prodigiosa. Como siempre gustó de la literatura breve y sentenciosa, de la que se alimentan los cuentos populares, Alegría insertó numerosos cuentos y fábulas tradicionales dentro del relato mayor que los envuelve. Esa característica aparecería de forma más frecuente en “El mundo es ancho y ajeno” (1941), su novela más popular y más traducida a diferentes idiomas. En esta novela los comuneros de Rumi -que responden a la autoridad de Rosendo Maqui, líder que, junto a una extrema bondad y sentido de justicia, expresa también la capacidad de trabajo y la rebeldía-, se enfrentan a la codicia de los poderosos, a las maniobras de acólitos tinterillos, al sufrimiento cotidiano. De pocas novelas latinoamericanas, como de ésta de Alegría, puede decirse que expresan un mundo épico donde si bien la esquiva victoria es importante, más interesa haber luchado bien. La historia central se va haciendo densa con una serie de acontecimientos complementarios que contribuyen a hacer más interesante el conjunto. Junto a Rosendo Maqui destacan las figuras de Benito Castro, un comunero que es conscripto, o el fiero Vásquez un bandolero picado de viruela, hombre bueno en el fondo. Escrita contra el tiempo, pues Alegría quería presentar su novela a un importante concurso en Nueva York, que luego ganó por encima de Juan Carlos Onetti. El estilo es a veces descuidado, pero el conjunto del texto gana el lector hasta constituirse en la novela de tema agrario más celebrada en América Latina, mejor incluso que “Doña Barbara” del venezolano Rómulo Gallegos.

Ciro alegría ha destacado también como autor de colecciones de cuentos, entre ellos “Duelo de caballeros” (1962) y “La ofrenda de la piedra” (1969). Después de una larga ausencia en el país, Ciro Alegría regresó al Perú y fue elegido diputado en las filas de Acción Popular en 1963. Falleció en 1967.

Por: Marco Martos - De: www.educared.edu.pe

Ciro Alegría: Trascendencia de sus obras en la Cultura Peruana



Ciro Alegría es considerado sin lugar a dudas el Padre de la Novela Indigenista Latinoamericana. Este novelista, conocido no sólo en nuestro país sino también muy bien criticado en distintos lugares del mundo es uno de los escritores peruanos que más refleja en sus obras la vida de los indígenas del Perú, de igual manera la defensa por la integración de todos los peruanos indígenas a la sociedad, denuncias por las miserias y las injusticias sociales sufridas por los más humildes, especialmente, por los indios.

Las obras de Alegría se caracterizan mucho por destacar la naturaleza, las tradiciones culturales peruanas y por ir hilvanando situaciones entre varios personajes de una misma comunidad para así crear las historias; obras como "La Serpiente de Oro" y "El Mundo es Ancho y Ajeno" certifican lo anteriormente dicho, desde su forma muy directa de redactar los diálogos hasta la más mínima e insignificativa costumbre de los pueblos indígenas.

Ciro Alegría ha trascendido de una forma significativa con sus obras ya que ha dado a conocer a cada seguidor y amante de la Literatura Peruana las tradiciones culturales propias de los pueblos peruanos, las injusticias sufridas por cada una de las personas, en general, la vida de los indígenas en el Perú. Estos aspectos son muy importantes, pues escritores contemporáneos han podido seguir su temática y estilo literario en sus obras y colaborando con el desarrollo de nuestra propia cultura, mostrando los cambios y evoluciones que con el transcurso del tiempo han sufrido estos pueblos indígenas.
De la misma manera, sus obras aportan en el conocimiento de alumnos como nosotros, pues así leyendo cada una de sus obras conocemos nuestros propios antepasados y costumbres, pero especialmente vamos alimentando nuestra Cultura Nacional.

Por: Lizette Ramírez Escobal

El César Vallejo que yo conocí



En el año 1917, Ciro Alegría vivía con sus padres en una haciendo llamada Marcabal Grande, en la sierra del Norte del Perú, en la provincia de Huamachuco. Su vida era la de un niño campesino, hijo de hacendados a quien su padre enseña a leer y escribir en un momento determinado y claro también las artes mas necesarias como cabalgar, nadar, tirar al lazo y no asustarse de tormentas y grandes caminos; le gustaba sentarse bajo un árbol con lecturas de Andersen, las mil y una noches y otros libros, dentro de ellos un grueso volumen del naturista Raimondi.

El soñaba con ir a la selva, pero no como sabio a estudiar, sino como un pionero.

A las siete años de edad, tenía ya muchos conocimientos y anhelos y sus padres decidieron mandarlo a estudiar a Trujillo, una lejana cuidad de la costa. En su viaje hasta Trujillo, pasó por muchos pueblos, se encaminaron a una cordillera muy lata y se abrió camino a la cuidad de Santiago de Chuco, capital de la provincia limítrofe donde había nacido Cesar Vallejo.

Luego de días de viaje a caballo, llegó a Trujillo, cuidad cálida y costera. En su ambiente colonial, con trece iglesias y casas de grandes portones, patios amplios daban una nota de modernidad, así como los automóviles y la luz eléctrica. Su niñez acostumbrada a la naturaleza virgen, estaba asombrada de tanta maquina, gente locuaz que vestía a la moda y otras tantas cosas.

Su padre había decidido que estudiase en el Colegio Nacional San Juan, al escuchar esto un anciano circunspecto dio un grito y le dijo a su abuela ¿sabe usted quien es profesor de primer año de primaria en el San Juan?, el solo contesto… pues ese que se dice poeta, ese César Vallejo, un hombre a quien le falta un tornillo; su abuela dijo: pero al menos es primer año, a lo que el anciano replicó : no no, ese Vallejo, si no es un idiota, cuanto menos es loco.
Cuando Ciro se fue a dormir, lo inquietaba la idea de asistir a la escuela por primera vez y pensando que su profesor era catalogado como loco lo intrigaba un poco. Su tío también estudiaba en el San Juan y fueron juntos al colegio, el le presentó al que sería su profesor; lo vio junto a la puerta, era César Vallejo, magro, cetrino, casi hierático, le pareció un árbol deshojado. Su traje era oscuro como su piel, por primera vez vio el intenso brillo de sus ojos cuando se inclinó a preguntarle, con una tierna atención, su nombre. Lo llevó al salón para que acodase sus pertenencias y le dijo: “aquí te vas a sentar…pon adentro tus cositas…no, así no… hay que ser ordenado…la pizarra, que es más grande, debajo y encima tu libro…también tu gorrita”. Le dijo que muchos niños preferían sentarse atrás para que no les hicieran preguntas.

Cuando entraron al aula luego del recreo, Ciro se dio cuenta que su profesor no se cortaba el pelo como los otros hombres; sino que usaba una gran melena lacia, abundante y negra. La personalidad de Vallejo se le antojo misteriosa; anunció que iba a dar clase de geografía y comenzó a decir…
“NIÑOSH LA TIERRA ESH REDONDA COMO UNA NARANJA…ESHTA MISMA TIERRA EN QUE VIVIMOS Y VEMOS CINI SHI FUERA PLANA, ESH REDONDA.”

Hablaba lentamente, silbando en forma peculiar las eses como lo hacían las personas naturales de Santiago de Chuco.

Ciro estaba sencillamente maravillado.
Recordó también cuando lo llamó al frente a leer, pero nuestro amigo Ciro ya había leído todo el libro, así que Vallejo le pregunto si sabia escribir y dijo que si, entonces Vallejo le pidió que escribiera su nombre y luego el suyo, Ciro confiado de su sabiduría lo hizo bien, y Vallejo quedó asombrado. César Vallejo- siempre le pareció que esa fue la primera vez que lo vio- estaba con las manos sobre la mesa y la cara vuelta hacia la puerta. Bajo la abundosa melena negra, su faz mostraba líneas duras y definidas, la nariz enérgica y su mentón aún mas enérgico sobresalía como una quilla. Sus ojos oscuros brillaban como si hubiese lágrimas en ellos, su traje era viejo y cerrando la abertura del cuello blando, una pequeña corbata de lazo estaba mal anudada, pensaba o soñaba quien sabe que cosas, de todo fluía una gran tristeza, nunca vio un hombre que pareciera más triste, su dolor era a la vez una secreta y ostensible condición, que termina por contagiarlo.

Ciro le encontró un parecido a un peón de su haciendo llamado Cayetano Oruna.

Su abuela era admiradora de Vallejo, lo defendía a capa y espada de los malos comentarios de la gente.

Vallejo en una de sus clases, felicitó a Ciro por un relato que contó sobre las aves del corral de su casa, Vallejo le prestó mucha atención y finalmente le dijo…”HAS CONTADO BIEN”, Ciro consideró esa historia su primer “ÉXITO LITERARIO”. Un día empezó a leer poseía de su profesor y quedó maravillado son uno de los primeros poemas de Vallejo titulado “ALDEANA”, pero también se dio cuenta que había muchas palabras que el no entendía. Tuvo una discusión son un compañero de clase porque este decía que Vallejo era un pésimo poeta y mejor era Chocano, según su padre claro, y Ciro salio a defender a ese profesor que le enseño tanto y que tanto admiraba.

A fin de año siempre estregaban premios, pero a nuestro pequeño Ciro no le tocó nada, Vallejo se le acercó y le dijo “NO TE IMPORTE LA SUERTE”, cuando declararon culminado el año escolar, Vallejo se perdió entre la muchedumbre, Ciro sabía que no volvería a verlo y se arrepintió de no despedirse. Cuando las clases se reabrieron al año siguiente, Vallejo ya no dictaba clase en primer año ni en ningún otro, y Ciro al recordarlo siempre tuvo la impresión que estaría haciendo una vida como artista y hombre cargado de penas y distancias.

Resumido por: Diana Rodriguez Aramburu
Escrito por: Ciro Alegría
Publicado originalmente en 1944 en Cuadernos Hispanoamericanos

Ciro Alegría según Mario Vargas Llosa



La novela ha sido en el Perú un género tardío y esporádico. Asomó ya adelantado el siglo XIX, gracias a un puñado de escritores de ocasión (había entre ellos algunas respetables matronas) cuyos méritos son sobre todo históricos, apenas literarios. En ese siglo de prodigiosas "summas" novelescas -el siglo de "La comedia humana" y de Dickens- que vio surgir en casi todo el mundo una novela nacional (Chile tuvo su Balzac en Blest Gana y Brasil en Machado de Assis), el narrador peruano más original fue un cuentista risueño y anacrónico cuya obra es un rico, multicolor, aunque ligero mosaico de estampas, anécdotas, crónicas y chismes. No tuvimos un gran novelista romántico que resucitara en una ambiciosa ficción los años arduos de la conquista o la vida letárgica de la colonia o los trajines militares de la emancipación, ni un gran realista que describiera con imaginación los años tragicómicos del caudillismo y de la modorra republicana, ni un gran naturalista que laboriosamente diseccionara el cuerpo enfermo de la sociedad peruana y exhibiera sus tumores en una novela perdurable. El libro que vino en cierta forma, a llenar ese vacío, a proponer una imagen novelesca representativa del Perú a la manera clásica (es decir con audacia, soltura e inocencia) fue "El mundo es ancho y ajeno". Pese a su edad, relativamente corta, esta novela es por eso, de algún modo, el punto de partida de la literatura narrativa moderna peruana y su autor nuestro primer novelista clásico.

Sería injusto, desde luego, disminuir la importancia de los otros libros de Ciro Alegría. Incluso, desde puntos de vista muy concretos, algunos críticos han preferido a "El mundo es ancho y ajeno", la construcción más ceñida, la prosa más artísticamente trabajada de "La serpiente de oro" o la intensidad emocional más concentrada de "Los perros hambrientos". Pero, aun cuando en ciertos aspectos estos dos últimos libros ofrezcan aciertos más flagrantes, dentro de una concepción general, la obra mayor de Alegría -la de más aliento, la más compleja y osada como tentativa creadora- fue, sin lugar a dudas, "El mundo es ancho y ajeno". Este libro es clásico no sólo porque constituye el más ilustre antecedente de la novela peruana contemporánea, sino también porque en su factura y en sus propósitos puede asimilarse sin dificultad a la mejor tradición de la novela romántica y naturalista, cuyas características esenciales comparte. Se trata de una historia épica, contada con un lenguaje impresionista y ambientada de manera estrictamente realista: una síntesis americana de Víctor Hugo y de Zola. Las vicisitudes de la comunidad indígena de Rumi, la heroica, vana lucha de Rosendo Maqui por defender las tierras de su pueblo contra el apetito feudal del hacendado Alvaro Amenábar a quien amparan leyes injustas y la fuerza bruta de las armas, constituyen nuestra representación literaria más difundida, el gran fresco narrativo nacional, el equivalente peruano de "Los miserables" o de los "Episodios Nacionales" de Galdós.

Novela surgida dentro de una corriente literaria en nuestros días ya difunta -el indigenismo-, "El mundo es ancho y ajeno" ha conservado, sin embargo, su plena vigencia testimonial (porque en términos sociales los problemas que describe aún existen) y, lo que es más importante, su poderosa vitalidad literaria. A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con libros como "Raza de bronce" o "La vorágine" o "Huasipungo", que han envejecido terriblemente y aparecen, ante los ojos del lector contemporáneo, como piezas de museo, interesantes históricamente porque en ellos se fija un momento fundamental de la literatura americana -el momento en que los narradores toman conciencia de sus propias sociedades e intentan fogosamente proyectar en populosos murales los males que aquejan a las desamparadas mayorías, describir los tipos humanos y el egregio cuadro geográfico de la puna y la selva americana-, pero literariamente pobres, por la tosquedad rudimentaria de su forma y la estrechez provinciana de su visión, "El mundo es ancho y ajeno" ha resistido admirablemente el paso del tiempo y sobrevive indemne al naufragio indigenista. Ello se debe, sobre todo, a que en esta novela Ciro Alegría supo crear un puñado de personajes que son algo más que la mecánica emanación de una naturaleza o de un ambiente, un grupo de seres que, a diferencia de lo que ocurre con tanta frecuencia en la literatura costumbrista, perduran en la memoria del lector por su psicología particular, su físico y sus conductas y no como meras entelequias folklóricas. El fiero Vásquez, el insurrecto Benito Castro, el venerable Rosendo Maqui, el pérfido Amenábar y tantos otros personajes de la trágica odisea de Rumi son "héroes" diferenciados a la manera romántica: cada cual encarna una virtud, un vicio, una manera de ser única, y a lo largo de la epopeya piensa y actúa en perfecta consecuencia con el rol que representa, sin traicionarlo jamás. Ni el paisaje ni los usos y costumbres -que Alegría describe con morosa grandilocuencia- devoran estas naturalezas humanas llamativas y sólidas que luchan, sufren, aman y mueren en consonancia con el imponente decorado que las rodea: soberbiamente. Es verdad que todo es excesivo en el drama de la comunidad de Rumi: el medio, las situaciones, las conductas. No basta decir que la realidad peruana es excesiva -lo que, naturalmente, es cierto- y que sus males son desmesurados para justificar el tremendismo como corriente literaria. Alegría, sin embargo, sorteó los peligros del verismo gracias a un sentido notable de la coherencia interna, que es la condición primordial para que una novela sea -además de un documento social- una obra de arte. En "El mundo es ancho y ajeno" todo -desde su hermoso título que proclama las intenciones críticas que animan al autor, hasta el estampido de los máuseres con que concluye la historia- se corresponde: la enormidad de las injusticias que denuncia, la plasticidad metafórica del lenguaje, el suntuoso panorama geográfico, la rica variedad de tipos humanos, el ritmo solemne en el que se desarrolla la acción de la novela. Esa perfecta adecuación de sus elementos da a "El mundo es ancho y ajeno" su eficacia y su justificación literaria, su verosimilitud como creación.

Ciro Alegría parecía haber aceptado su situación de (literaria, no cronológicamente) fundador de la novela peruana; su largo silencio, apenas alterado por la publicación de "Duelo de caballeros", revela sobre todo una adhesión sentimental a un modo de concebir la novela que ya resulta extemporáneo, una negativa discreta pero firme a renovar esa concepción. Su obra, como resultado de una época literaria liquidada, constituye una fuente muy valiosa, un punto de referencia obligado, una tradición altamente estimable. Empeñarse en nuestros días en perpetuar la visión romántico-naturalista de la realidad que entraña una novela como "El mundo es ancho y ajeno" hubiera resultado un anacronismo: el color local, el pintoresquismo, la distribución maniquea del bien y del mal en personajes antinómicos, el desdén de la técnica narrativa, la falta de un punto de vista (o de varios) que sirva de eje argumental y dé a la novela soberanía parecen ya injustificables en la novela moderna. Ese silencio, que muchos lamentaban en Ciro Alegría, fue tal vez una cabal renuncia a insistir con una forma de literatura que comprendía ya superada pero de la que, al mismo tiempo, seguía sintiéndose irremediablemente solidario. Gracias a Alegría el movimiento literario indigenista tuvo una especie de apogeo, gracias a él alcanzó una difusión internacional muy amplia y decisiva. Sería inútil negar que en nuestros días ya no se pueden compartir las convicciones literarias que él tuvo, que los métodos y procedimientos que él empleó para apresar la realidad y proyectarla en ficciones resultan ahora limitados.

Ocultar esto porque Alegría acaba de morir sería injuriarlo, ya que todo escritor aspira a que sus obras sean juzgadas con prescindencia de consideraciones personales. Además, disentir de una concepción literaria, de ningún modo significa restar méritos a las obras que originó y mucho menos en este caso ya que, precisamente, tanto "El mundo es ancho y ajeno" como "La serpiente de oro" valen más que las tesis estéticas que las inspiran y demuestran, una vez más, que la intuición y la ambición creadora de un escritor son suficientes para producir libros originales y valiosos y para romper las barreras que pudieran oponerle los prejuicios de una escuela o las convenciones de una época.

Londres, Marzo, 1967.
Revista Caretas 22 - III al 15 - IV 1967, Lima – Perú

Cien años del natalicio de Ciro Alegría, autor de "El mundo es ancho y ajeno"


Lima, 4 nov.- El centenario del nacimiento del escritor Ciro Alegría, autor de novelas tan emblemáticas como "El mundo es ancho y ajeno", se recordará hoy sin la pompa que merecería uno de los escritores más importantes del siglo XX en Perú.
Aunque sus obras son de lectura obligada en las escuelas y mantiene el prestigio de haber sido uno de los iniciadores del "indigenismo literario", han sido pocas las instituciones que se han hecho eco con antelación de la efeméride.
El pasado 10 de septiembre, el Congreso de la República aprobó una moción de homenaje al escritor y constituyó una comisión especial encargada de los actos conmemorativos, que hasta ahora son desconocidos.
El centenario de Alegría, nacido el 4 de noviembre de 1909 en la localidad de Huamachuco, en la región norteña La Libertad, solo ha sido objeto de homenajes aislados de instituciones como la Universidad de San Marcos y de algunos parlamentarios.
La actividad más notoria se iniciará mañana en las ciudades norteñas de Cajamarca y Trujillo, que acogerán al "Cuarto Encuentro Nacional de Narradores Peruanos Ciro Alegría".
El escritor, que fue alumno en la escuela primaria del célebre poeta César Vallejo, se vinculó desde joven con la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), actualmente en el Gobierno.
Alegría tuvo una vida intensa, que le llevó a sobrevivir a persecuciones, prisiones y graves enfermedades. Pero su activa militancia política no mermó su producción literaria, que inició en 1935 con la publicación de "La serpiente de oro".
Historia sobre el enfrentamiento entre el hombre y la naturaleza feraz de la selva amazónica, ganó con esta obra el premio de la editorial chilena Nascimento.
Trabajó luego para la editorial chilena Ercilla y, tras sufrir un grave deterioro en su salud que lo puso al borde de la muerte, publicó en 1939 "Los perros hambrientos", con la que obtuvo el segundo puesto de un concurso organizado por la prestigiosa editorial chilena Zig Zag.
El gran salto de su carrera literaria se dio, sin embargo, en 1941, cuando publicó "El mundo es ancho y ajeno", la novela que gana el primer premio de un concurso latinoamericano convocado por la editorial neoyorquina Farrar and Rinehart.
"Pese a su edad, relativamente corta, esta novela es por eso, de algún modo, el punto de partida de la literatura narrativa moderna peruana y su autor nuestro primer novelista clásico", dijo de esa obra el célebre escritor Mario Vargas Llosa en un artículo publicado en 1967.
Tras vivir en Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba, Ciro Alegría renunció en 1948 a su militancia en el APRA, por serias discrepancias con la conducción del partido.
En 1957 se casó, en terceras nupcias, con la poetisa cubana Dora Varona y tres años después fue elegido miembro de la Academia Peruana de la Lengua.
Su ruptura con el APRA no implicó, sin embargo, el fin de sus intereses políticos, ya que en 1963 fue elegido diputado por Lima por el partido centrista Acción Popular, fundado por Fernando Belaúnde Terry, quien luego sería dos veces presidente del Perú.
Ciro Alegría murió el 17 de febrero de 1967, tras sufrir una hemorragia cerebral, a los 58 años.
Aunque algunos intelectuales piensan que su obra ha "envejecido", otros, como el actual presidente de la Academia Peruana de la Lengua, Marco Martos, remarcan que se trata de "uno de los grandes novelistas peruanos del siglo XX, cuyos principales libros se siguen leyendo con el mismo fervor que cuando se publicaron".
Entre los expertos existe el consenso en que Alegría es, junto con José María Arguedas, el escritor más importante del indigenismo literario en Perú y sus tres principales novelas son un referente sobre la concepción del mundo andino de inicios del siglo XX.
A pesar del aparente olvido oficial, la obra de Alegría se sigue reeditando en el país, siempre con el impulso vital de Dora Varona, quien a sus 77 años aún espera que las autoridades adquieran la casa donde vivió con Ciro Alegría para convertirla en Patrimonio Nacional.

Por: Agencia EFE

Rosendo Maqui en Trujillo

LA LIBERTAD | "Ahí voy Ciro", me dije el sábado pasado, al dirigirme decididamente a la Casa de la Emancipación, donde el Congreso de la República le rendía homenaje. Abordé un ancho taxi colectivo, acomodé mi voluminosa humanidad (a decir del fámulo Olivares) y, mientras leía el último libro de Gerson Ramírez, suspiraba al recordar al gran Ciro Alegría que alegró y entristeció mi infancia con sus maravillosas historias. Inolvidable Ciro. Y es que "Los perros hambrientos" impactó tanto en mí que decidí llevar siempre conmigo aquel libro de pasta amarilla que me compró mi padre. Lo leí siete veces. En cada leída, un mundo nuevo se abría en mi mente. Reía con las ocurrencias de Simón Robles que bautizó a sus perros como Güeso y Pellejo. Lagrimeaba con el sufrimiento de los indios y los perros (hermanos en la desgracia) y con la trágica muerte del niño Damián. Qué felicidad leer ese final con Simón Robles abrazando a su Wankita que había vuelto con la lluvia buena.

Si hay escritores peruanos que me marcaron y que permitieron que hoy garabatee algunas historias, esos son César Vallejo, José María Arguedas, Manuel Scorza y - cómo no - Ciro Alegría. Ellos son los padres de mi amor por los libros y la literatura.

Rendirle homenaje a Ciro Alegría no es cuestión de poses y discursos almibarados, aprovechando la coyuntura del centenario de su nacimiento. Es asumir que como escritor tuvo un derrotero; esto es, dejar transcurrir por sus vitales libros la voz de los desposeídos, de los indios que hoy siguen ninguneados como en su tiempo. Rendirle homenaje es gritar a todos los vientos del mundo que sus libros no han perdido vigencia, porque los gamonales y explotadores de ayer hoy tienen la papada más hinchada, de tanta soberbia y tanto odio acumulado. Rendirle homenaje es decirle, sin medias tintas, que no se equivocó al renunciar al APRA, porque todo ser humano que se precie de tal (sobre todo los intelectuales) deben alejarse por completo de aquellos que desprecian y odian a todos los Rosendo Maqui del Perú. Rendirle homenaje es hablar con la orgullosa voz de Calixto Garmendia: "El día que el Perú tenga justicia, será grande".

Por la calle Pizarro, a una cuadra antes de la Casa de la Emancipación - me encontré con Gerson Ramírez (sí, el mismo del libro) y me pareció raro que esté viniendo en sentido contrario, cuando él es amante de todo evento cultural. Me dijo: "seguro va a demorar ese homenaje, mejor me voy a abrazar a mi mujer". Nos despedimos. Llegué a tan histórico patrimonio cultural, muy orondo me aprestaba a ingresar cuando una mano negra se posó sobre mi pecho: "¿su invitación señor?". Era la voz de un joven que, lista en mano, chequeaba el ingreso de todos. "¿Cuál invitación?", pregunté, medio cojudo. "Disculpe señor, pero a este evento sólo ingresan personas invitadas con tarjeta", fueron sus últimas palabras. Por más que quise alegar que yo era Rosendo Maqui no me permitieron el ingreso. Tuve que volver sobre mis pasos, no sin antes decir: si Ciro viviera, se avergonzaría de este homenaje.

De: Jorge L. Tume Quiroga - Diario Correo

Homenaje al Centenario de Ciro Alegría


Nuestra Universidad no puede pasar por alto esta fecha. Es que tras el recuerdo, está el conocimiento a la vida y obra de uno nuestros más grandes escritores. Así que me gustaría brindarle algunas palabras sobre este gran representante de la literatura peruana.

Ciro Alegría es uno de los grandes novelistas de la corriente indigenista. La novela de Alegría es realista, de honda preocupación humana, resuelta, sin rodeos, encuadrada en protesta social y política, apegada a las realidades del mundo al que se refiere, pero sin concesiones a lo horripilante, como la novela de otros escritores de esta corriente; hay en ella, por el comentario, un mesurado tono lírico que presta una base todavía más convincente a la protesta.

Hablar de don Ciro es sentir orgullo de ese indigenismo que llevamos en la sangre y nos hace diferentes, únicos, grandes por nuestra historia. Me parece interesante que den un espacio a la literatura y publiquen vida y obra de un gran representante literato como lo es Ciro Alegría.
Estas obras es un buen motivo para influenciar y promover que los jóvenes conozcan más sobre nuestros buenos escritores peruanos, en especial Ciro Alegría que en sus obras nos refleja la dura y verdadera vida del poblador de la sierra, tal como lo manifestó en su obra "la serpiente de oro".
También tuve la oportunidad de leer "Los perros hambrientos" y "El mundo es ancho y ajeno", buenas obras que permiten comprender la realidad de una sociedad, lecturas con ideas bien marcadas del indigenismo.

Considero a Ciro Alegría un orgullo para los peruanos; pero como en cierta oportunidad pude oir: "la juventud de ahora está interesada en una literatura más frívola, más "light", estás palabras no están muy lejos de la verdad, me parece excelente el hecho de que le hayan dedicado un homenaje a los 100 años de nacimiento de Ciro Alegría.

Por: Raysa Nuñez Siguenza

En el mundo también opinan . . .

RECONOCIDOS PERSONAJES INTERNACIONALES DAN SU OPINIÓN ACERCA DEL INOLVIDABLE CIRO ALEGRÍA

“La obra de Ciro Alegría encierra los más profundos valores humanos.
Emanuel Robles. Argelia.
[Organizador del Movimiento Alegriísta contra el Existencialismo en Francia]



“Nosotros debemos a Ciro Alegría, como escritor que se ocupó del indígena, la salud de la vida de los indios y de sus costumbres, el sentirnos nosotros. Nos ha ayudado a identificarnos y encontrarnos a los latinoamericanos que, creo yo, es el papel más importante de la Literatura en estos momentos, y a poder contribuir a la cultura del mundo”.
Miguel Angel Asturias. Guatemala.


“El mundo es ancho y ajeno”, la obra cumbre de Ciro Alegría, es una gran novela ancha pero no ajena. Está escrita con una sensibilidad humana auténtica, pero desde el punto de vista indigenista, no por un indígena… más adelante, me gustaría que una novela como ésta fuera obra de un auténtico indio”.
José Saramago. Portugal.